Con la amabilidad esbozada en el rostro, la certera oportunidad para un sabio consejo o una enseñanza, y ese distintivo espíritu servicial de antaño, es de esas personas que fácilmente conquistan el aprecio de quienes le rodean. Leo -como cariñosamente lo llaman-, acaudala más de cuatro décadas de labor, y a los 66 años le dice adiós a la Terminal de Contenedores de Mariel, un centro que ha visto crecer desde los momentos iniciales.
Asegura que mucho le quedará por ver. Sin embargo, marcha con la satisfacción de presenciar el nacimiento de un proyecto, difícil de olvidar para quienes tuvieron que destinar no solo conocimientos y habilidades en las etapas iniciales, sino además… tiempo, corazón y alma, para echar a navegar esta embarcación.
La génesis de un planificador
Si bien la tierra pinareña le vio nacer, desde la temprana adolescencia La Habana le brinda cobija a Leonardo Rivero Díaz, quien más tarde se convertiría en un incipiente matemático, formado en la Universidad de Ciencias de Budapest, en Hungría, tras una invitación realizada por el Ministerio de Educación de dicho país, cuyo equipo conquistó los lauros en una Olimpiada Internacional de Matemática, en la que participó como parte de la representación cubana.
El cumplimiento del servicio social le hizo volver a sus raíces, abriéndose paso como docente en la Universidad de Pinar del Río. No tarda en sumarse a la Universidad Tecnológica de La Habana José Antonio Echeverría –más conocida como CUJAE-, institución educativa en la cual se ha mantenido activo desde entonces y de la que es profesor auxiliar. En un principio, también impartió clases en la Casa de Altos Estudios, de la capital del país.
Su formación le ayudó a desenvolverse en otras ramas afines con la carrera. Diferentes responsabilidades le ocuparían, y cumpliendo funciones de especialista en criptografía, llegó a ser mayor, del Ministerio del Interior. Luego, en la Empresa de Abastecimiento Técnico Material, del Ministerio de la Construcción, se desempeñó como especialista principal en análisis de sistemas.
Corría el año 1998 cuando fue “atrapado” por el ámbito marítimo portuario, desde su quehacer en la Empresa de Servicios de Tarja e Inspección (SERVITALLY), encargada de supervisar a las terminales del puerto de La Habana. En ese sentido, en la UEB Servicios Marítimos Portuarios Haiphong, empezó como tarjador, y a los tres meses se convirtió en inspector de averías.
A principios del 2000 se inició en la Terminal de Contenedores de La Habana (TCH). Empezó al frente del grupo de inspectores y después pasó a ser jefe de tarja. Prestando servicios en esta entidad resultó seleccionado trabajador destacado a nivel municipal y provincial, así como vanguardia nacional, y mejor trabajador, en los años 2007 y 2009, respectivamente.
Una nueva Terminal
En enero del 2014 abre sus puertas la Terminal de Contenedores de Mariel, y cuenta con el concurso de Leo. Desde entonces labora como especialista A en planificación de actividades portuarias, en el Centro de Control de Operaciones. “Cuando empezamos, solo Viña y yo éramos los vessel planner, y ayudamos a la formación del personal nuevo”, comenta.
Sobre la importancia del trabajo en equipo, refiere que resulta imprescindible en cada momento. “En los días en que hay muchos camiones en la monta, está la formación ferroviaria, y hay dos o tres buques en el muelle, se necesita mucho más de los esfuerzos de todos, para que la tarea a ejecutar salga bien, en estrecha coordinación con el jefe de planificación y el operativo, a fin de utilizar de forma óptima los recursos disponibles.
“Es preciso trabajar en equipo, transmitiendo de turno en turno cada detalle. Hay que tener dominio del quehacer con las navieras y de los servicios, así como del idioma inglés, para poder comunicarte con los central planner y la oficialidad de los buques.
“Nos tocan sacrificios: trabajamos en turnos de 12 horas, haciendo madrugadas, laborando lo mismo sábados que domingos, por lo que debemos prescindir de parte del tiempo en familia”.
Entre las experiencias más gratas que recuerda, resalta “el primer barco operado: utilizando un sistema automatizado nuevo, se logró planificar y así, sucesivamente, vendrían otros”.
Sobre la “garantía del relevo” en la familia dice que sus dos hijos ya han escogido el camino a seguir: Laura es doctora y Ariel, economista. Menciona entonces a sus tres nietos pequeños: Fabián, Valeria y Diego… “No sé qué carrera escogerán”, manifiesta y sonríe, como quien descubre una posible esperanza de seguir vinculado a este fascinante mundo.
“Voy a extrañar mucho la actividad portuaria porque es muy bonita y apasionante. Se necesita tener habilidades y conocimientos de los diferentes buques y de las navieras. Es un trabajo que te mantiene activo y conlleva mucha responsabilidad. No te puedes equivocar”, asevera. “Como se trata de un proyecto en desarrollo, se me quedará pendiente la entrada de los buques Post Panamax. Deseo que ese día me inviten, y pueda disfrutar del momento… Cuando la Terminal de Contenedores llegue a los 2 400 metros de muelle, imagínate trabajando con 132 cuñas tractoras, 72 grúas RTG, y 24 STS. Ojalá pueda verlo, ¡sería tremenda alegría!”